Prepararnos para lo incierto

¿Alguien piensa que podemos controlar lo que vendrá en el futuro? Muchas veces nos afirmamos en creencias, en experiencias pasadas, en tradiciones familiares, en la magia o en lo que fuera, para inventarnos cuentos y certezas acerca de qué pasará en un tiempo al que sólo podemos imaginar. Como aquellos marinos de la Edad Media en Europa, que aún desconocían qué había hacia Occidente más allá del horizonte y pensaban que el mar estaría lleno de fieras que los devorarían, nos es muy difícil imaginar lo desconocido. Somos en general malos predictores de nuestro futuro, del personal y del global; del número que saldrá en la Quiniela, de la suerte que correrán los nacidos bajo el signo de Aries o quienes son caballos en el horóscopo chino. ¿Quién pronosticó la pandemia de COVID de 2020? ¿Cuántos futuristas nos hablaban hace cinco décadas del año 2000 lleno de autos voladores? ¿Cuántos afirmaron el rumbo imbatible de las Inteligencias Artificiales que desarrollaron en Estados Unidos hasta que hace 10 días los chinos mostraron que también podían hacerlo pero de manera más simple, más barata y menos secreta.

Que 20 años no es nada

No es la primera vez que quiero hablarte acerca del futuro, es un tema que me apasiona, me moviliza y me pone en acción. Esta semana la ONU declaró una alerta universal por la posibilidad de que el 22 de diciembre de 2032 un asteroide se estrelle contra la Tierra. La última vez que algo semejante ocurrió en nuestro planeta fue hace unos 66 millones de años, cuando un gigantesco asteroide de aproximadamente 10 a 15 kilómetros de diámetro chocó contra la Tierra en lo que hoy es la península de Yucatán, en México. La colisión dejó un enorme cráter de más de 180 kilómetros de ancho. El impacto fue brutal, se cree que golpeó la Tierra a una velocidad de más de 70 mil km/h, liberando una energía equivalente a miles de millones de bombas atómicas como las de Hiroshima. Esto provocó terremotos y tsunamis gigantes que arrasaron regiones enteras; incendios forestales en todo el planeta debido a la enorme cantidad de calor generado; una nube de polvo y azufre que cubrió la atmósfera durante meses o años, bloqueando la luz solar. Y como consecuencia de todo esto, se generó un invierno global extremo, en el que las temperaturas bajaron drásticamente y muchas plantas murieron por falta de luz. La consecuencia inevitable fue el colapso de la cadena alimenticia, afectando primero a las plantas, luego a los herbívoros y finalmente a los depredadores. Se conoce a este momento como la quinta extinción masiva de la larga historia de nuestro planeta. Desapareció aproximadamente el 75% de las especies, incluyendo los dinosaurios (excepto las aves, que son sus descendientes). Sin embargo, algunos mamíferos lograron sobrevivir y, con el tiempo, se convirtieron en los nuevos dominantes del planeta.

Si bien el asteroide 2024YRD es bastante más pequeño, con unos 50 metros de diámetro,  y la posibilidad de que finalmente golpee el suelo terrestre es, por ahora, remota (apenas un 2%) la circulación de la noticia nos recuerda, por un lado, lo importantes y necesarios que son los científicos, hombres y mujeres capaces de prever semejante episodio con tanta anticipación, gente a la que en estos tiempos de motosierra universal hay quienes consideran prescindibles. Demás está decir que hace 66 millones de años ningún ser vivo supo del evento hasta que ya era demasiado tarde ni pudo construir estrategias y prepararse mejor para el evento. Y al mismo tiempo esta advertencia es una buena manera de recordarnos que no tenemos nada asegurado, que vivimos cada día, a veces demasiado pendientes o del pasado (la nostalgia que nos impide soltar aquello que añoramos y ya no está) o del futuro (eso que anhelamos, que creemos que merecemos y que nunca terminamos de alcanzar) y perdemos de vista lo que nos pasa aquí y ahora.

Si te preocupa saber que se podría repetir aquello del meteorito hace 66 millones de años, te agrego dos datos: esa fue la quinta extinción masiva de las especies que habitan el planeta, al igual que en ese momento en las anteriores se perdió por completo entre el 70 y el 80% de los seres vivos. Y a pesar de todo aquí estamos intercambiando textos por Internet, como si nada. Y el otro dato es que ya estamos atravesando la sexta extinción masiva, que no suelen ser hechos que empiezan un lunes y terminan un domingo, como dicen que hizo Dios cuando creó al mundo, según cuentan en una antigua escritura. Son procesos que llevan siglos de lentas transformaciones, de cambios muy drásticos que generan adaptaciones que pueden llevar incluso miles de años hasta asentar las bases de un nuevo período. Y así es que por ese motivo hay quienes afirman que el fenómeno de crisis ambiental, cambio climático, bosques arrasados, contaminación, muchas especies extintas o en peligro de estarlo y las secuencias globales de incendios forestales, sequías e inundaciones hacen que ya se puede afirmar que los seres humanos estamos provocando esta nueva extinción, siendo parte activa (de lo malo y también de lo bueno que pueda venir) en esa lucha por la supervivencia en este ambiente en el que nos toca estar. Esa es la gran diferencia con las anteriores extinciones masivas: que podemos detenerla y corregirla, que todavía depende de nosotros. Mientras algunos pensamos que vale la pena cambiar y frenar a tiempo esta autodestrucción, otros sueñan con búnkers de diseño, o refugios de lujo para millonarios, y que lo demás explote.

Y es exactamente a ese punto al que quería llegar: más allá de especulaciones y las cartas del Tarot que prefieras consultar, al final del día lo único que importa es qué depende de cada uno de nosotros y qué no. O dicho de otro modo: ¿qué variables todavía manejamos, en qué podemos influir, qué podemos transformar? Gastar energía esperando que el asteroide desvíe su trayectoria, que el fin de semana no llueva, o que Paul McCartney vuelva a hacer una gira por Argentina en general no influye en lo que finalmente pasará, aunque estemos emocionalmente muy vinculados, no tenemos nada que aportar para que aquello suceda o deje de suceder. En cambio sí podemos estar listos para reaccionar de la mejor manera a lo que finalmente pase: podemos tener un plan para sobrevivir al asteroide, pensar una forma de disfrutar el fin de semana bajo techo en caso de que llueva y ahorrar lo suficiente para comprar las entradas el día que Paul se digne a volver a tocar por acá.

Un poco es lo mismo con el tema de nuestra calidad de vida que podremos tener en nuestros años longevos, sean cuales fueren y cuando por fin nos lleguen. Nada nos garantiza vivir hasta los 100 años, ni estar exentos de enfermedades o asteroides que quieran caer donde nadie los ha invitado. Pero prepararnos físicamente en cada día de este presente, nos predispone a enfrentar lo que venga de la mejor manera. Ya dejó de ser un secreto la utilidad del ejercicio y el entrenamiento de la fuerza como formas de prevenir enfermedades y alargar la calidad de nuestras vidas. Tal vez falta que des el paso, que te actives, que empieces de a poco. Que pongas en marcha un plan para hacer todo lo que te gusta la mayor cantidad de tiempo posible.

 

Si te sirve de estímulo, te cuento que hace algunas semanas empecé a experimentar con transmisiones en vivo por TikTok, en las que comparto distintas rutinas de ejercicio físico y entrenamiento para hacer desde tu casa. Si querés verlas, buscame en mi perfil de TikTok, de lunes a viernes a las 9:30 AM (ARG), 7:30 (COL), 6:30 (MEX). No soy profe ni profesional de la salud, soy un deportista con 40 años de experiencia que busca compartir, inspirar y ayudarte a salir de la quietud.

 

Por lo demás, acá seguimos, construyendo también este proyecto, en el que es clave el apoyo y la retroalimentación con suscriptores, seguidores y amigos. Les agradezco el apoyo de cada semana, los textos, los comentarios, los aportes. Todo suma, en este camino hacia la Nueva Longevidad.

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