La mejor inversión para tu futuro

¿A quién no le falta algo? ¿Quién tiene todo lo que le gustaría tener? Llegar a poseer algo se nos vuelve una meta, todo a nuestro alrededor parece reforzarnos la idea de esa ausencia, de esa necesidad insatisfecha que el algoritmo no hace más que recordarnos, cíclicamente volvemos a pensar todo lo que necesitamos ESO y finalmente completamos el círculo y logramos comprarlo. En mayor o menor medida nos pasa a todos, siempre vamos a encontrar buenas explicaciones para justificar (a otros y a nosotros mismos) lo imprescindible que ESO nos resulta y lo complicada que es nuestra gris existencia sin su presencia. Parece raro pero se puede entender perfecto: ni bien lo compramos nuestra vida sigue siendo la misma de siempre y en general empezamos a pensar en el siguiente objeto de deseo a conquistar.

En “Breaking Bad”, Walter y Skyler White (interpretados por Bryan Cranston y Anna Gunn), tienen algunas dificultades para gastar sus ahorros.

Personalmente también soy parte de este sistema de consumo, en general me engancho más con las experiencias que con los objetos. Un viaje, antes que ropa o zapatillas; una cena afuera antes que un adorno para mi casa; un recital en vivo antes que nuevos lentes de sol. Son preferencias personales reforzadas por mis propias explicaciones para justificar en qué decido gastar, no quiere decir que una elección sea mejor que la otra. Está claro que todos compramos de acuerdo a nuestras posibilidades y que la mayoría de las personas en estos tiempos apenas pueden subsistir, acosadas por un contexto que no da tregua. No pretendo politizar este espacio, es simplemente una descripción de lo que ocurre, para dejar claro que no desconozco lo evidente. Me refiero a quienes tenemos la posibilidad de elegir, a quienes tenemos trabajo, casa, comida, calefacción, agua caliente, un mínimo de dignidad garantizado y tal vez un pequeño extra con el que de vez en cuando podemos darnos un gusto.

Y en este punto es inevitable recordar al ingrediente incómodo de este envío, ese amigo o amiga al que olvidamos un poco, a quien le damos menos atención de la que deberíamos. Y cuando por fin logramos reencontrarnos, a veces después de varios años, nos sorprendemos con cuánto nos queremos y lo bien que la pasamos en su compañía: estoy hablando del ahorro.

Quién podría argumentar en contra del ahorro, ¿no? Y sin embargo nos cuesta tanto organizar estrategias para asegurarnos un futuro a salvo de grandes penurias. No hace falta llenarlos de números y estadísticas para acordar que los adultos mayores a medida que cumplen años se van empobreciendo, sus posibilidades de generar ingresos suelen reducirse y su necesidad de ayuda económica en muchos casos resulta esencial.

Como en tantos otros temas de los que me gusta hablarles, en este también tengo que decirles que algo está cambiando. Más allá de las políticas económicas que, aunque hace décadas pendulan de un sistema a otro, dan más o menos los mismos resultados, quiero hablarles de lo que cada uno de nosotros puede hacer por mejorar su situación personal y no resignarse. La vejez no es una condena, dice uno de los eslogans en la web de vive+. Así como no tiene por que ser sinónimo de enfermedad, tampoco es necesario asimilar la vejez a la pobreza. Es algo que nos invita a repensarnos, a recalibrarnos a reidentificarnos en procura de objetivos que años atrás parecían imposibles.

Hoy las ideas y experiencias que hablan de la Nueva Longevidad nos muestran que, pasados los 50 años, lejos de asumir un presunto declive inevitable, estamos en un momento bisagra de nuestras vidas en el que podemos reconfigurarnos, con el desarrollo de nuevas actividades, encontrando nuevas relaciones sociales, objetivos antes impensados, deseos que se revelan y que nos sorprendemos al abrirles una puertita. ¿Por qué no podríamos experimentar? ¿Qué tan mal nos puede hacer anotarnos en un curso, ir a probar una clase de danza, cenar con 10 personas extrañas, aprender a practicar la respiración y la meditación para controlar el estrés, o prepararnos para una aventura subiendo a pie el Cerro Champaquí? Podría escribir decenas de ejemplos más con ideas para reinventarnos, el secreto es que pienses algo que a vos podría sorprenderte, movilizarte, poner en jaque un poco todo lo que ya hiciste y no hace falta que sigas haciendo para siempre.

Y si lográs superar las primeras barreras de la incomodidad que nos genera salir un rato de nuestra zona de confort, es probable que descubras que te sentís bien por el sólo hecho de haberlo intentado. Más allá de lograr la probable recompensa del bienestar y de las nuevas relaciones sociales que son esenciales para una salud mental estable y preparada para los desafíos que vendrán, reconectar nuestro deseo con nuevas actividades también puede ser una excelente forma de innovar en procura de ingresos económicos extra, por modestos que resulten. En la serie “Breaking Bad”, Walter White, un ya maduro profesor de química, deja su oficio y se convierte en narcotraficante. Tal vez no sea el más legal de los ejemplos, pero nos da una idea de hasta dónde se puede llegar a cambiar si uno se lo propone. Estamos moldeados para pensarnos de una forma previsible, esperamos lo que nos va a pasar, nos pasa lo que esperamos y nos conformamos, nos resignamos. ¿Y si cambiamos la fórmula y elegimos dejarnos sorprender?

En el Podcast vive+ la consultora en temas de longevidad Flora Proverbio nos dice con toda claridad:

“Es fundamental animarse a la hoja en blanco, animarse a la incomodidad de buscar hasta encontrar algo. Si el objetivo es movernos, voy al gimnasio. Si después no me sentí cómoda, analizar qué fue lo que nos molestó. Tal vez la clase estuvo buena pero no me gustó que fuera en un lugar cerrado. Entonces es cuestión de buscar alguien que dé clases en una plaza. O sea, en el hacer uno va aprendiendo y descubriendo”.

Flora, también autora del libro “Triángulos Plateados”, será una de las talentosas personas que me acompañarán en el Taller de Herramientas para la Nueva Longevidad que daremos en noviembre. Es espectacular la cantidad de consultas que recibimos en estos días. Como los cupos son limitados, les sugiero que no se duerman y se inscriban, les aseguro que vale la pena.

Como ya les hablé en un Newsletter anterior, no tenemos mucha empatía con nuestro yo futuro, con la persona que seremos dentro de unos años. Pero si lo pensamos un momento, deberíamos ser los primeros interesados en hacer algo por esa persona mayor que en algunos años posiblemente tenga necesidades o malestares que nosotros le estamos provocando hoy mismo, en este presente que es al cabo lo único que existe. El pasado ya fue, el futuro es lo que lograremos construir día a día.

Trabajar hoy en nuestra fuerza muscular, en nuestra alimentación, en mejorar nuestro descanso, en ampliar nuestra capacidad de socializar y aprender, sin duda es una de las mejores inversiones que podemos hacer pensando en lo que viene, un ahorro indispensable, que posiblemente nos ofrezca nuevas oportunidades. Enfermarse es carísimo. Nuestra necesidad de medicamentos, tratamientos e internaciones se triplicó en los últimos dos años de vida y representan el 40% del total que gastaremos a lo largo de nuestras vidas. Esto no es un pronóstico pesimista: es una descripción simple de lo que ocurre. ¿Es el único camino que nos queda? Sin duda que no.

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