Cuando pensamos en una persona mayor nos suele aparecer una figura con la espalda redondeada hacia adelante y la mirada al piso. El bastón en la mano, el paso lento e inestable, la movilidad limitada, ausencia de fuerza y vitalidad. La ilustración de abajo la creó la Inteligencia Artificial a partir del siguiente comando: “un hombre y una mujer mayores de 80 años caminan por la calle”. Hasta los algoritmos parecen convencidos de que no queda alternativa, si hasta nos sugiere verlo en blanco y negro para agregarle nostalgia y dramatismo a una imagen que parece condenatoria, como que no hay alternativa posible.
De ninguna manera tenemos que aceptar semejante sentencia, basada en décadas de vejeces vinculadas a problemas de salud, hoy sabemos que sólo es una opción que podemos evitar. Son las ideas innovadoras que la ciencia nos ha acercado en los últimos años y nos permiten construir una Nueva Longevidad. Para eso es necesario ser conscientes de nuestro cuerpo, nuestros hábitos y no negar la realidad como Igor (interpretado por Marty Feldman) en “El joven Frankestein” que cuando le hablan de su joroba pregunta: “¿Qué joroba?”.
¿Qué te duele?
¿Tenés frecuentes dolores de cabeza? ¿Te afectan a veces molestias en el cuello o en los hombros, incluso en la cintura o las rodillas? Son algunos de los problemas más habituales por los que las personas terminamos consultando a un especialista (medicina, kinesiología, osteopatía). Pareciera que es un destino inevitable, una redondez en nuestra columna vertebral que nos lleva a terminar nuestros días mirando hacia abajo.
Personalmente tengo mi propia tendencia a redondear la espalda. No siento dolores o molestias pero soy consciente de que mi postura tal vez no es la ideal. ¿Y cuál es esa postura ideal que nos pone a salvo? Claramente es con la columna lo más recta que puedas, la que se logra apoyando la espalda contra la pared, alineando los pies para que estén en contacto con el zócalo y que la cabeza también quede en contacto con la pared. En esa posición los músculos de la espalda y del cuello se encuentran bastante relajados. Sin embargo, nos despegamos de la pared y nuestra postura se altera, la cabeza tiende a bajar y aumentar la presión sobre la columna y las vértebras cervicales.
Hay tres razones fundamentales que favorecen esta tendencia postural, que hasta resulta un poco natural, como que el cuerpo se acomoda solo: |
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¿Cuánto pesa tu cabeza?
A veces acarreamos en nuestras mentes ideas o recuerdos que nos bloquean, que nos impiden avanzar, como si el hecho de no resolver ese conflicto nos impidiera seguir adelante con nuestra vida. Claramente esto implica una simbología, un impedimento abstracto que nos detiene. Es difícil determinar el peso de estos recuerdos y emociones, pero en el plano más concreto, nuestra cabeza alcanza alrededor de 5 kilos que se sostienen armónicamente con el trabajo de los músculos del cuello y la espalda para contrarrestar la gravedad y quedar en equilibrio. ¿Y qué pasa si la inclinamos un poco? El peso de la cabeza se duplica por cada 3 centímetros que la movemos hacia adelante. Una inclinación de 30° con la cabeza oblicua lleva el total a 18 kilos sostenidos por los músculos del cuello. Por un momento pensemos en el esfuerzo que nos demanda levantar 18 kg con nuestras manos y asumamos el enorme esfuerzo que cargamos sobre nuestro cuello cada vez que inclinamos la cabeza. Esto sabemos que, además de la posible curvatura en la espalda suele generar otras consecuencias en articulaciones como la cadera, las rodillas, los tobillos, que suelen ser los primeros puntos que avisan con dolor que están haciendo más trabajo del que tenían previsto.
Helen Hall es una especialista británica en movilidad y dolor (y además atleta de largas distancias) que lo explica con lujo de detalles y define este desbalance en nuestras cabezas y cuellos como “el elefante que nadie quiere ver en la habitación”. Y que muchas veces nos lleva a buscar alternativas rápidas que se nos ofrecen para aplacar las molestias tomando medicamentos y relajantes musculares cuando el origen del problema es la postura.
Levantar la cabeza en contra de la gravedad es muy difícil. Cuando nos acostamos boca arriba e intentamos levantarnos en ejercicio abdominal, podemos comprobar fácilmente lo que cuesta elevar esos 5 kilos de huesos y masa corporal. Por el contrario, cuando estamos de pie y bajamos la mirada, no requiere el menor esfuerzo, la fuerza de gravedad nos ayuda a llevar el peso hacia abajo. El problema, al igual que en la mayor parte de lo que hacemos, es cuando lo hacemos más de lo necesario. O peor aún: cuando lo hacemos casi todo el tiempo.
Parece que la culpa de todo lo malo que nos pasa es de la tecnología que usamos, o de la adicción a su compañía omnipresente, como nos pasa con los trastornos de ansiedad o con las dificultades para dormir adecuadamente. El smartphone es un dispositivo con múltiples usos potenciales, los límites y las formas los ponemos las personas.
Lo malo, si breve, dos veces bueno
Kenneth Hansraj, jefe de Medicina Espinal en Nueva York, es uno de los especialistas que primero y más profundamente comenzó a detectar este problema. Hansraj cuenta que en su práctica médica observa cómo aumentan de forma exponencial las lesiones en la columna y las cervicales por este hábito que al cabo es insalubre. Cada día pasamos un promedio de dos a cuatro horas con nuestras cabezas inclinadas sobre mensajes y contenidos en nuestros teléfonos móviles. Esto supone entre 700 y 1400 horas por año de exceso de estrés sobre la columna cervical.
El panorama empeora en poblaciones más jóvenes, los estudiantes de secundaria gastan más de 5 mil horas en sus dispositivos y esta tendencia se proyecta inevitablemente hacia niños y niñas. En América Latina la edad promedio de inicio para tener celulares es a los 11 años. En Argentina es a los 9. Si consideramos lo difícil que nos resulta a los adultos limitarnos en esos malos hábitos debemos asumir que en niños y adolescentes el daño potencial es aún mucho mayor, con consecuencias negativas en lo físico y también en lo emocional.
Cómo prevenir la espalda encorvada |
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Como siempre, el secreto es mantener el equilibrio. Personalmente valoro mucho la tecnología del presente y trato de sacar todo el provecho que puedo de sus potenciales. No se trata de demonizar nuestro contexto y volver al siglo XIX. Sí implica ser conscientes de dónde están nuestras cabezas física y simbólicamente.