“Entran a un bar un griego, un chino y un viejo con bastón…” Parece el inicio de un chiste malo, de esos que solía escuchar en mi infancia durante la década del 70, en la que siempre había alguien discriminado (el gallego, el gordo, el gangoso, el opa) y un winner argento, prototipo del que se las sabía todas. ¿Qué tendrá que ver la filosofía de la Grecia antigua con la tradición japonesa y con las últimas ideas de la ciencia para tener una vida más saludable? Acompañame en este Newsletter que ya es el 25 de la lista y vale la pena.
A lo largo de la amplia variedad de contenidos que te propongo en vive+, prevalece una premisa: el movimiento nos da fuerza y la fuerza nos da salud, nos mejora, nos prepara para un futuro que no conocemos, pero que seguro será débil y en inferioridad de condiciones físicas y anímicas si nos quedamos quietos. A algunos nos pasa que tenemos el ejercicio físico incorporado, muchas veces desde algún origen lúdico en la infancia y amamos hacer deporte, por lo que la premisa no nos genera conflicto. En cambio, quienes no sienten ese impulso casi instintivo a sacudirse un poco la modorra la tienen un poco más complicada.
¿Para qué es todo esto?
Siempre que me entreno siento que me estoy preparando para algo. Es imposible hacerlo bajo el influjo del mandato: “Debo hacer 50 minutos de trote porque eso redundará en una mejor calidad de mi salud cardiorrespiratoria”. Olvidate, no es por ahí. Nuestras emociones no aceptan órdenes, funcionan mucho mejor cuando podemos conectar con historias que nos inspiran, que nos dan un para qué. Y en ese sentido es fundamental construir una base que pueda mezclar lo racional con lo emocional.
Dentro del amplio espectro de la filosofía Griega, el estoicismo es un movimiento que surgió hace más de 2300 años, con pensadores fundamentales como Séneca o Epícteto, que ya entonces se enfrentaban a conflictos parecidos a los que tenemos hoy en día. En un acto arrojado de síntesis filosófica, te diré que un estoico bien podría decirte que si el problema depende de vos, poné manos a la obra, ya que como depende de vos no hay forma de que pueda salir mal. Y si no depende de tu intervención, lo mejor que podés hacer es aceptar lo que hay y adaptarte. Pasando en limpio para lo que nos interesa: nuestra salud física y mental en gran parte depende de nosotros, de lo que hagamos y de lo que dejemos de hacer.
Epicteto y Sófocles, pensadores del estoicismo griego.
Y de ahí a Japón. La filosofía tradicional japonesa tiene un concepto muy original que es el ikigai. Puede traducirse como “la razón de ser” o “aquello que da sentido a la vida”. Su origen milenario se remonta a valores culturales que vienen de siglos como el equilibrio, la introspección y la búsqueda de una vida plena y muchas veces ha sido señalado como una clave fundamental en la construcción de una longevidad duradera y saludable.
El concepto “ikigai” integra cuatro dimensiones principales que construyen nuestro propósito:
Lo que amás: tu pasión, aquello que te llena de alegría y sentido.
Lo que el mundo necesita: una conexión con los demás, un propósito que trascienda lo individual.
Por lo que podés ser remunerado: la sostenibilidad económica de tu propósito.
En lo que sos bueno: tus talentos y habilidades.
Claro que comprender nuestro ikigai implica un mínimo esfuerzo: no hace falta vestir kimonos o practicar tai chi chuan al amanecer, pero sí requiere conocernos profundamente, aceptarnos, querernos como somos. Y no siempre estamos en condiciones de enunciar nuestro gran propósito en la vida, ese misterioso ikigai que nos proyectará como si fuéramos el Sr. Miyagi (el maestro de Karate Kid), o un héroe de mi infancia: el legendario “Kung Fu”, que recorría tiempos de cowboys, con dos morrales y sin armas de fuego lograba librarse de todos los bandidos que asolaban el lejano Oeste.
David Carradine, protagonista de “Kung Fu”, que años más tarde se reencontró con las artes marciales en “Kill Bill”.
Bajando al mundo real, al día a día en el que tenemos que hacer cosas concretas, si me preguntás qué me motiva a moverme, yo te respondo: entrenar para algo es mucho mejor que simplemente hacer ejercicio. Como decían los griegos, entiendo que fundamentalmente depende de mí. Y como sugieren los japoneses, funciona mejor si lo hago a partir de algo que me guste hacer. Y este fue el camino que me llevó a una de los puntos de partida fundacionales de vive+: “¿Alguna vez te preguntaste qué te gustaría hacer a los 80 años?” Yo hice mi propia lista, te invito a que hagas la tuya, vas a ver que es muy movilizador.
Ser absolutamente autónomo en mi vida cotidiana, tanto física como mentalmente.
Tener ahorros para vivir dignamente y poder hacer lo que me guste.
Subir y bajar 5 pisos por la escalera.
Ser capaz de levantar una maleta de 25 kilos. También poder caminar dos horas sin cansarme. Ambas capacidades me permitirán viajar.
Correr 10 kilómetros en una hora.
Cargar la bolsa de las compras con 4 o 5 kilos de mercadería en cada mano.
Levantarme solo del piso, no importa el motivo que me haya llevado hasta allí.
Entrenarme al menos 4 veces a la semana, combinando distintas formas de hacerlo.
Nadar, disfrutar del agua en todas sus formas.
Seguir pensando, seguir leyendo, aprendiendo, imaginando, creando.
Este reel que publiqué seis meses atrás ya tiene más de 224 mil reproducciones y es uno de los que aún hoy más comentarios genera, evidentemente es una pregunta que inspira y también provoca inquietudes en quienes tal vez nunca se habían atrevido a pensarlo. En principio, es una lista individualista, pensada para poder sentirme bien y compartir todo eso con mi pareja, con mi familia, con amigos y compañeros de ruta. Algunas personas, para diferenciarse, se sienten más cómodas cuestionando mi lista en vez de construir la propia. Por ejemplo, ponen en duda que alguien de 80 años pueda correr 10 kilómetros en una hora, y eso los lleva a invalidar toda la idea.
Es mi lista y no pretendo imponérsela a nadie, la comparto por si les sirve, los invito a hacer el ejercicio. Si en el camino te ganás la lotería o se te cae un piano en la cabeza, eso tendrá que ver con el destino, con una excepción. Correr 10 kilómetros en menos de una hora en general es difícil, mucho más si se tienen 80 años. ¿Podré hacerlo? Yo creo que lo voy a lograr pero, si no lo consigo, ¿seré un viejo looser? Para nada, lo único que importará será el camino que recorrí, el haberlo intentado. Me entreno preparándome en el corto y mediano plazo para correr carreras, para embarcarme en pequeñas aventuras. Y todas ellas espero me lleven a esa meta que proyecto, que construyo cada día: ser una persona mayor que pueda hacer lo que le gusta.