Creo que ya lo saben: para mí correr es una motivación, me apasiona, me divierte, me desafía, me hace tener un plan. Es una aventura hermosa que espero nunca se termine. Hace una semana corrí la primera carrera de media distancia del año (había ya participado en una de 8 km, como preparación para esta otra), la Media Maratón Asics Golden Run 21K de Buenos Aires. Cuando corro compito con mis propios límites, corro buscando ir un poco más rápido de lo que ya fui y eso tiene un primer inconveniente: el paso del tiempo nos lleva en la dirección contraria, la lógica es que a medida que pasan los años seamos un poco más lentos.

Concentración en la carrera y alegría en la llegada, la mejor combinación.
Este año logré correr los 21 km en 1:40:16, siete segundos más rápido de lo que lo hice el año pasado. Uno siempre espera un poco más, pero es lo que hay, es lo que puedo, es lo que este cuerpo me permite. Y hay un contexto que agrega mucha tela para cortar: hace seis años corrí la misma distancia 12 minutos más rápido, es mucha diferencia. ¿Qué puedo hacer? No tiene sentido lamentarme por lo que ya no soy ni volveré a ser. El resto del contexto tiene que ver con los demás competidores de mi misma edad o incluso más grandes: cada vez hay más personas mayores de 60 o de 70 años que se animan a competir en este tipo de carreras de larga distancia, algunos con capacidades y resultados asombrosos. En esta carrera de hace 8 días Roly Ugarte Flores ganó la categoría de mayores de 70 años con un tiempo de 1:21:27, ¡llegó más de 18 minutos antes que yo! De las más de 3.500 personas que compitieron, 177 tenían entre 60 y 80 años. Más rápidos o más lentos, claramente cada vez hay más runners veteranos y veteranas, que se animan a la competencia y que, básicamente, se entrenan cotidianamente como una forma de sentirse bien y de prepararse para lo que viene.
Moverse para pensar mejor
Un nuevo estudio revelador se publicó hace tres semanas en The Lancet, uno de los medios científicos más prestigiosos del mundo. En su sección dedicada a la Salud del Envejecimiento confirma algo que ya intuíamos, pero ahora con más evidencia: el ejercicio físico protege el cerebro del envejecimiento y promueve la generación de nuevas neuronas, incluso en personas mayores.
Este trabajo fue liderado por la médica australiana Cassandra Szoeke en colaboración con David J. Madden, junto a un equipo internacional de investigadores de Australia y Estados Unidos. A través de una revisión profunda de estudios recientes y datos longitudinales, el equipo mostró cómo la actividad física –sobre todo el ejercicio aeróbico y de resistencia– puede mejorar funciones cerebrales clave y reducir el riesgo de enfermedades como el Alzheimer.
Uno de los puntos más interesantes del estudio es que la aptitud cardiorrespiratoria (CRF), más que el ejercicio aislado, es un indicador directo de protección cerebral. Personas con mejor CRF tienen hasta un 40% menos riesgo de demencia y un 44% menos riesgo de muerte por causas neurodegenerativas.

La investigadora australiana Cassandra Szoeke.
Entre los mecanismos estudiados, se identifican mejoras en el flujo sanguíneo cerebral, reducción de la inflamación crónica, regulación del estrés oxidativo y de la función mitocondrial, así como una mejor capacidad para eliminar desechos celulares. Además, el ejercicio potencia la plasticidad sináptica (capacidad de las neuronas de adaptarse y fortalecerse) y favorece el crecimiento de nuevas neuronas (neurogénesis), especialmente en el hipocampo, una región clave para la memoria.
El artículo enfatiza que tanto el ejercicio agudo como el sostenido generan efectos positivos sobre el volumen cerebral. Por ejemplo, se ha observado que en personas mayores, solo 6 semanas de ejercicio aeróbico ya pueden aumentar el volumen del hipocampo, aunque los efectos desaparecen si se abandona la práctica. También se destaca el papel de los “exerkinas”, sustancias liberadas por músculos, hígado y tejido adiposo durante el ejercicio, que actúan como mensajeros moleculares mejorando la salud cerebral.
Además, el estudio describe cómo el ejercicio estimula el crecimiento de neuronas en el hipocampo (la zona del cerebro relacionada con la memoria), mejora el flujo sanguíneo, regula la inflamación y activa factores neuroprotectores como el BDNF (factor neurotrófico derivado del cerebro). Los beneficios fueron observados incluso en personas mayores de 60 años, con efectos positivos en tan solo 6 semanas de entrenamiento. Entonces moverse es también cuidar la mente. La actividad física regular no solo fortalece los músculos, sino que rejuvenece el cerebro, previene el deterioro cognitivo y nos prepara mejor para envejecer con salud.
¿Dónde está la gente?
La soledad, o la autopercepción de que estamos en soledad, es uno de los disparadores más potentes de las enfermedades clásicas que ponen en juego la salud de nuestras longevidades. Dice la psicoanalista y escritora Alexandra Kohan en el Newsletter de Cenital, en el que comparte la autoría con su pareja y tocayo de apellido Martín Kohan: “En inglés existen dos palabras para nombrar esos matices: solitude y loneliness. Dos palabras, una distinción necesaria para poder pensar que no todas las soledades se padecen. La paradoja de esta situación actual, la de la hiperconectividad, es que estamos conectados, pero no estamos con otros, aunque también, y sobre todo, esto: porque estamos conectados nunca estamos solos. ¿De qué manera esta hiperconectividad afecta la percepción de los otros? No ya si los percibimos de tal o cual forma, sino que, directa y drásticamente, no los percibimos.”

Alexandra Kohan, psicoanalista y escritora argentina.
Me parece una gran reflexión acerca de las paradojas que enfrentamos, rodeados de dispositivos que nos vinculan y a la vez nos aíslan. Valoro muchas herramientas como éste u otros Newsletters y pequeñas comunidades que se agrupan alrededor de temas de interés. Pero sólo adquieren una real dimensión en la medida en que logramos romper nuestros aislamientos, nuestras conectividades que nos llevan a seguir hablando solos, lo que inevitablemente conduce a reafirmar lo que ya sabemos y no dejar mucho lugar para información fresca, ideas diferentes y procesos más vitales que nos estimulen a cambiar. Salgamos a la vida, hablemos más con personas y menos con robots y sólo entonces descubriremos que también podemos estar un rato solos disfrutando del silencio sin que esto nos resulte una amenaza.