Perdón pero necesito hablarte al principio de algo desagradable. Prometo que vale la pena, lo que le sigue es muy estimulante y creo que te puede interesar mucho. Cuando nos acercamos a los 50 años de edad empieza a circular a nuestro alrededor como un insecto que nos revolotea la palabra “colonoscopía” hasta que por fin nos llega el día. Si regularmente hacemos algún chequeo médico es casi seguro que al llegar al medio siglo de vida el clínico que nos controle nos dará la orden: “tenés que hacer la colonoscopía”. Como se trata de una orden uno en general obedece.
Los dos días previos a la colonoscopía son una tortura. Básicamente es una purga que deja nuestro intestino absolutamente limpio y reluciente para que se pueda observar su interior. El día del procedimiento, anestesia mediante, no sentimos nada. Se trata de un método con pocos riesgos que permite examinar visualmente todo el colon y el recto a fin de evaluar su estado. Se realiza con un endoscopio, que es un tubo flexible con una luz y una cámara en el extremo, y se conecta a un monitor. Esta práctica permite tomar fotos del colon y en caso de encontrar un pólipo, se lo suele extraer para poder examinarlo.
A lo largo del tiempo, las políticas de salud (en Argentina al igual que en muchos otros países) han sostenido este estudio como una excelente manera de prevenir el cáncer colorrectal, el tercer tipo de cáncer más frecuente en el mundo. Representa aproximadamente el 10% de todos los casos de cáncer y es la segunda causa de muerte relacionada con esta enfermedad en el mundo. Además, en general, afecta a personas de 50 años o más, de ahí la puntualidad con que recibimos la orden.
¿Y cuál es el problema? Por supuesto que ninguno, para eso están las políticas de salud pública, para prevenir de acuerdo a lo que la ciencia pueda ayudarnos a anticipar. La detección temprana de enfermedades suele ser la mejor manera de descubrir problemas de salud antes de que existan señales o síntomas. Y también la que nos brinda la mayor cantidad de herramientas y posibilidades para solucionarlos.
Todo esto viene a cuenta de otro estudio que me hice, cuyo resultado, según los especialistas, es el mejor predictor de cómo será nuestra salud general en el largo plazo, es decir en nuestra longevidad. El análisis de estos datos se descubrió hace un siglo. Sin embargo, casi no hay médico que lo sugiera, mucho menos políticas de salud pública que lo promuevan, o alguien por ahí que siquiera nos hable del tema. Y encima el estudio se hace en 15 minutos, sin purgas, sin anestesia, sin dolor.
Seguramente muchos de ustedes habrán hecho alguna vez una ergometría, una especie de electrocardiograma mientras realizamos un ejercicio aeróbico (caminar, trotar, andar en una bicicleta fija). Esto es lo mismo, con un agregado fundamental: una mascarilla que mide el oxígeno que consumimos durante el estudio. El nombre del estudio en cuestión parece más el de una plataforma de contenidos on demand: VO2 Max. Técnicamente es una tasa, es la relación entre tres índices: cuántos mililitros de oxígeno sos capaz de consumir por minuto por kilogramo de tu peso. Una buena analogía para describirlo es que el VO2 Max indica el tamaño de tu motor, el estado general de tu máquina. Muestra qué tan rápido podés tomar oxígeno del aire y llevarlo a tus pulmones, pasarlo a tu sangre, luego a tus músculos para así poder usarlos con el proceso metabólico que te provee la energía para hacer lo que tengas ganas de hacer.
Un poco de historia
Cien años atrás, Archibald Hill era un médico de la aristocracia británica, recibido como correspondía en la Universidad de Cambridge, casado con Margareth Keynes, otra que tenía su prosapia: era la hermana menor del célebre economista John Keynes. Y su otro hermano era Geoffrey, casado a su vez con la nieta de Darwin, ¡qué familia de ilustres! Margareth fue además una pionera de los derechos sociales y feministas, la primera mujer electa como Alcaldesa de la ciudad de Cambridge en 1932.
Matrimonio de pioneros cada uno en lo suyo: Margareth Keynes y Archibald Hill.
Volviendo a Archibald Hill, ya en 1922 había ganado el Premio Nobel de Medicina por sus estudios de termodinámica de los músculos. Y en eso andaba cuando junto a otro fisiólogo, Hartley Lupton, demostró en 1923 que existía una relación directa entre la capacidad para consumir oxígeno y el rendimiento de los deportistas. En concreto, lo que vieron Hill y Lupton hace cien años es que cuando un corredor alcanza un tope máximo de volumen de oxígeno, aunque siga corriendo durante algún tiempo, ya no puede quemar más oxígeno. Se alcanza una meseta de rendimiento metabólico que le impide acelerar más. Lo que no supo Archibald es que su descubrimiento era de interés no sólo para los deportistas de alto rendimiento sino para toda la Humanidad. ¿Qué tiene que ver todo esto con la longevidad? Ahí vamos.
La información es poder
Si queremos saber sobre cómo está nuestro organismo necesitamos relevar algunos valores de manera objetiva. Si no podemos medirlo (o no queremos hacerlo), entonces no podemos controlarlo. Saber cómo estamos, y luego aceptarlo, es sólo el principio para poder cambiarlo y mejorarlo.
Algunos parámetros posibles que pueden medirse:
masa muscular
nivel de testosterona
niveles de colesterol
niveles de glucosa
presión arterial
Hay datos que pueden analizarse de nuestro metabolismo que pueden ser más efímeros como, por ejemplo, el colesterol. Un resultado que no se vea como el deseado o el esperable de acuerdo a tu edad puede encarrilarse en pocos meses de una buena dieta y algo de caminata. De la misma manera el valor vuelve a ser negativo en cuanto retomamos nuestros hábitos sedentarios y la dieta fast food. El colesterol, al igual que otros datos que a veces leemos entre tantos otros cuando nos hacen un análisis de sangre, es una buena fotografía del momento. Pero para hablar de longevidad necesitamos ver la película entera.
Si una persona con un bajo índice de VO2 Max va un mes al gimnasio y hace todos los deberes, su VO2 Max no se modificará, lleva años construir un buen registro en este eje. Lo mismo pasa con la fuerza: no se puede convertir a una persona débil en fuerte en algunas semanas de preparación física, los buenos resultados llegan producto de la consistencia a lo largo de los años y en la acumulación de los efectos que generan esos buenos hábitos.
Mi experiencia
Hace algunas semanas fui a ver a Martín Bruzzese, un cardiólogo que suele trabajar con deportistas profesionales pero también con cualquier persona que quiera cuidar de su vida saludable. Su laboratorio, ubicado en Morón, conurbano bonaerense, es uno de los pocos lugares que realiza este tipo de estudio en una ciudad enorme como Buenos Aires, con más de 16 millones de habitantes en toda la región metropolitana. Los detalles de cómo me fue podrán verlos en un capítulo especial del Podcast vive+, que a partir de esta semana incluye experiencias además de entrevistas. Dice Martín Bruzzese:
“Tener un buen consumo de oxígeno es un muy buen predictor de longevidad y de calidad de vida. Mientras mejor capacidad de ejercicio tenga una persona, menos enfermedades va a tener de toda índole, desde cardiovasculares a cáncer. Este tipo de estudios sirve tanto a deportistas de élite como a un paciente que está a punto de hacerse un trasplante, fijate en el medio la cantidad de personas con distintas capacidad de ejercicio que hay, y a todos les sirve.”
Como sucede con otros indicadores de cómo funciona nuestro metabolismo, el auge de capacidad suele estar entre los 20 y los 30 años. Luego la capacidad de consumir oxígeno tiende a caer 8-10% por década, dependiendo del volumen de entrenamiento que tengas.
Tabla de consumo de oxígeno por edades para mujeres.
Tabla de consumo de oxígeno por edades para varones.
Entre los datos medibles de que podemos disponer, el índice de VO2 Max es el mejor predictor de nuestra longevidad y de la calidad de vida que tendremos en nuestra vejez. ¿Por qué? Porque el índice de VO2 Max es un muy destacado integrador de muchos otros valores, es el dato que refleja el trabajo que hiciste durante mucho tiempo para estar bien. Lógicamente, ¿dónde queremos estar en esos gráficos? De “Bueno” para arriba. Porque cuando cruzamos datos de VO2 Max con edad de mortalidad nos encontramos con que los índices “Alto” y “Elite” se correlacionan con más años de vida. Y esto está totalmente demostrado con infinidad de informes y datos estadísticos que lo certifican.
Las líneas verde y amarilla (niveles Alto y Elite) se mantienen más arriba. Son las que representan al 20-25% de las personas, que tienen la mejor capacidad de consumo de oxígeno y que además (se comprueba) mueren bastante después que el resto.
Lo bueno de saber en qué nivel estamos es que hay tiempo de corregirlo, de mejorarlo. El gráfico también nos permite ver que nuestro nivel equivale a estar bien (o mal) en otras edades. Todos podemos tener un buen índice de VO2 Max, nadie es incapaz de estar en el segmento del 25% superior para su edad y género, si es que acumula una historia adecuada de entrenamiento. Lleva tiempo, consistencia, implica tener un plan a largo plazo, algo así como: “me gustaría llegar a viejo o vieja sintiéndome bien, con energía, con capacidad de moverme de manera autónoma, libre de dolores y medicaciones”. ¿Suena bien? Manos a la obra, es mucho menos molesto que purgar nuestro intestino para hacer una colonoscopía. No esperes a que la Medicina y las políticas de Salud Pública se organicen y nos manden a todos a hacerlo como con la colonoscopía, no hace falta que alguien venga a darte una orden para empezar a cuidarte.
Un último dato: en tiempos en que la expectativa de vida no superaba los 60 años, Archibald Hill murió a los 90 en 1977. Seguramente algo de su descubrimiento lo ayudó a extender de esa forma extraordinaria su vida, aunque en esta conclusión final no haya nada de científico.