Los seres humanos llegamos al mundo con un extremo grado de vulnerabilidad. A diferencia de la mayoría de los mamíferos, no podemos caminar o alimentarnos por nuestros propios medios, en todas las necesidades primarias dependemos absolutamente de quienes nos crían y sin su ayuda no podemos sobrevivir. Recién alrededor del año de vida aprendemos a caminar, imitando a nuestros mayores, que nos estimulan a hacerlo. Varios años más adelante nos vamos integrando progresivamente a distintos tipos de actividades, tanto físicas como intelectuales, siempre desde una actitud de aprendizaje, el clásico ejemplo es empezar a practicar algún deporte, cuando un profesor o profesora nos enseña desde lo más básico para ir de a poco perfeccionando la técnica y nuestra posibilidad de disfrutar del movimiento cuidándonos a la vez de no lesionarnos.
Hay un bache increíble en esta secuencia, algo que no se enseña en ninguna parte y que resulta elemental: ¿en qué momento aprendemos a correr? Tal vez piensan que trotar es una continuidad lógica de caminar y que no hay manera de hacerlo mal, sin embargo es exactamente al revés: se puede correr mal y es la forma más habitual de lastimar nuestros músculos y articulaciones. ¿Te gustaría trotar sin sentir que tu cuerpo se rompe? ¿Correr no para competir, sino para sentirte mejor, con más energía y menos tensiones? La semana pasada recorrimos algunas enseñanzas de la cultura oriental con el legado de Bruce Lee. Esta semana quiero profundizar esa idea y compartirte una mirada distinta sobre cómo correr puede ser una fuente de bienestar y no de lesiones. Y lo haremos a partir de las enseñanzas de El correr Chi, el libro del ultramaratonista y maestro de Tai Chi, Danny Dreyer.

Danny Dreyer, ultramaratonista de Estados Unidos que aplicó técnicas del Tai Chi a su deporte y construyó un método revolucionario.
Dreyer parte de una premisa simple pero poderosa: correr no tiene por qué doler. El problema no es el correr en sí, sino cómo lo hacemos. La mayoría corre desde la fuerza, con músculos tensos, usando las piernas como si fueran los únicos motores. El resultado: sobrecargas, lesiones, frustración. Su propuesta es otra: trotar desde el centro del cuerpo, con una técnica consciente, eficiente, suave y energéticamente alineada. Una forma de moverse inspirada en los principios del Tai Chi. Ya saben de mi predilección por el running y las maratones, pero más allá de mi elección, es bien sabido que la actividad aeróbica (de mínima: caminar con intensidad; de máxima: trotar suavemente) es recomendada hacerla entre 150 y 300 minutos a la semana. Por eso es que les sugiero prestar atención a las enseñanzas del maestro Dreyer.
Correr sin sufrir: el arte de trotar con conciencia
¿Qué es el “Correr Chi”? Es una técnica que busca armonizar cuerpo y mente al correr. En lugar de empujar con las piernas, usamos la gravedad y la alineación postural para avanzar. Nos apoyamos en el “chi”, esa energía vital que, según las filosofías orientales, recorre el cuerpo cuando está relajado, enfocado y equilibrado. Suena poético, pero es profundamente práctico. De hecho, reduce el riesgo de lesiones y mejora la experiencia del trote o la carrera, sea cual sea tu nivel.
¿Y qué implica en la práctica?
Dreyer resume su método en cuatro grandes habilidades (“chiabilidades”):
Concentración mental: estar presente, enfocado, sin dispersión.
Sentir el cuerpo: escuchar las señales que te da mientras te movés.
Respirar con profundidad: usar la respiración para liberar tensiones.
Relajación activa: moverse sin rigidez, sin forzar, sin esfuerzo excesivo.

Danny Dreyer y su postura inclinada hacia adelante al trotar.
Consejos prácticos para comenzar a trotar con el enfoque Chi
No hace falta ser maratonista. Podés empezar con caminatas vigorosas y trotes suaves, aplicando estos principios:
1. Postura alineada
La postura lo es todo. Una buena postura permite que el cuerpo trabaje con la gravedad y no contra ella.
Imaginá una cuerda que te tira desde la coronilla hacia arriba.
Activá el abdomen suavemente.
Hombros relajados, mirada al frente.
2. Inclinación sutil hacia adelante
El secreto no está en empujar con las piernas, sino en dejarte caer suavemente hacia adelante desde los tobillos, dejándote llevar hacia adelante con la ayuda de la gravedad.
Esa caída genera movimiento, y las piernas simplemente te acompañan.
3. Pisada ligera y a ritmo
En lugar de aterrizar con el talón (lo que frena el movimiento), buscá apoyar el pie debajo de tu centro de gravedad, sobre el metatarso o el medio pie.
Controlá tu cadencia: en lo posible mantené un ritmo constante, entre 170 y 180 pasos por minuto si te sentís cómodo. Es más eficiente y reduce el impacto.
4. Brazos y hombros relajados
Tus brazos no deben empujar ni tensarse. Movelos suavemente hacia atrás, con codos flexionados.
El movimiento de brazos acompaña el ritmo natural de las piernas.
5. Menos esfuerzo, más conciencia
Uno de los conceptos clave de Dreyer es el NEP: Nivel de Esfuerzo Percibido.
Al correr con buena postura y desde el centro, sentís que usás menos fuerza para avanzar.
Aprendés a reconocer cuándo estás empujando de más, para volver a la relajación y la eficiencia.
¿Qué beneficios tiene esta forma de trotar?
Menos lesiones. Al evitar tensiones innecesarias, protégés articulaciones y músculos.
Más fluidez. Te cansás menos, respirás mejor y disfrutás más.
Mayor longevidad deportiva. Podés seguir corriendo muchos años más, sin el desgaste que genera el enfoque tradicional basado en la fuerza.
Una conexión cuerpo-mente. Trotar se convierte en una práctica meditativa, no sólo en un ejercicio físico.
¿Y si nunca lo hiciste o hace mucho que no lo hacés?
¡Mejor aún! No tenés que desaprender hábitos viejos. Podés empezar desde cero con una técnica cuidada. Danny Dreyer tiene casos inspiradores de personas que comenzaron a correr a los 40, 50 o 60 años con su método, incluso después de operaciones o dolores crónicos. El enfoque Chi es ideal para quienes buscan correr con seguridad, suavidad y placer.
Trotar puede ser un arte en lugar de una tortura. Si alguna vez sentiste que correr era un castigo, este método puede cambiar tu percepción. No se trata de correr más rápido, sino de correr mejor. Con menos esfuerzo, más alegría. No importa si querés participar en una carrera o simplemente moverte para sentirte mejor. El enfoque Chi te da herramientas concretas para transformar el acto de correr en una experiencia vital, consciente y disfrutable.
¿Por dónde empezar?
Salí a caminar con buena postura. Alineá tu cuerpo, relajá tus hombros.
Probá una inclinación ligera hacia adelante y notá cómo tu cuerpo se activa.
Intercalá tramos de trote suave con caminata, manteniendo la atención en la relajación.
Enfocate en cómo te sentís, no en cuánto corrés.
Escuchá a tu cuerpo: si duele, ajustá la técnica.
Si querés profundizar, el libro El correr Chi está lleno de ejercicios prácticos, relatos y principios que podés aplicar paso a paso.

Correr no debería doler. Tampoco debería agotarte ni frustrarte. Si aprendemos a movernos como estábamos hechos para hacerlo –con conciencia, eficiencia y gozo– podemos hacer de cada trote una oportunidad para sanar, crecer y disfrutar.
Desde vive+, te alentamos a probarlo. No tenés que ir rápido. Sólo necesitás salir, moverte y volver a disfrutar del camino.