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Atravesar la oscuridad

Despierto y a los pocos minutos comprendo que será un día difícil. Demasiadas variables se presentan bloqueadas, mal alineadas con mis intenciones, con mis expectativas. Aunque brilla el sol, el día se me presenta nublado y con mal pronóstico. La sensación es que todas las puertas se cierran, que los amigos nos ignoran, que esa oportunidad que esperamos nunca llegará, que ese conflicto que nos atraviesa no tiene una solución a la vista. Me pasó la semana pasada, a todos nos sucede, a veces más frecuentemente de lo que estamos dispuestos a admitir. La mente tiene esas voces incorporadas, diálogos que nos reprochan, nos culpan, nos acusan, nos acorralan. ¿Y qué podemos hacer? Pareciera que nada, pero siempre hay.

Despierto y a los pocos minutos comprendo que será un día difícil. Demasiadas variables se presentan bloqueadas, mal alineadas con mis intenciones, con mis expectativas. Aunque brilla el sol, el día se me presenta nublado y con mal pronóstico. La sensación es que todas las puertas se cierran, que los amigos nos ignoran, que esa oportunidad que esperamos nunca llegará, que ese conflicto que nos atraviesa no tiene una solución a la vista. Me pasó la semana pasada, a todos nos sucede, a veces más frecuentemente de lo que estamos dispuestos a admitir. La mente tiene esas voces incorporadas, diálogos que nos reprochan, nos culpan, nos acusan, nos acorralan. ¿Y qué podemos hacer? Pareciera que nada, pero siempre hay.

Tantos años de entrenamiento no sólo me permitieron prepararme físicamente para correr unos cuantos kilómetros. También mi cerebro se fue preparando para enfrentar la adversidad. Al mismo tiempo que mis voces internas me aullaban que me quedara en casa, mi cuerpo abrió la puerta y salió mecánicamente como un chico al que le acaban de dar una orden que no tiene otra opción más que obedecer. En medio de esa puja mental, mi conciencia me recordaba que ahí afuera había cuatro elementos que podían serme de gran ayuda:

  • la luz del sol

  • el contacto con la naturaleza

  • la meditación y la respiración controlada

  • y lógicamente el ejercicio físico en sí

Los cuatro ejes son algunas de las recomendaciones clásicas para poner en marcha como estrategias a corto plazo cuando queremos tomar control de nuestros pensamientos y acallar nuestras voces internas. Sin pensarlo empecé a trotar con dos consignas básicas: hacerlo muy lentamente (de manera que el esfuerzo fuera el mínimo requerido) y respirar únicamente por la nariz, llevar lo más posible mi atención a controlar que la aspiración y la expiración fueran sólo nasales. Los primeros 4 o 5 minutos fueron complicados, la sensación de alejarme no me ayudaba, las voces seguían aullando, reclamando el inmediato retorno. Pero claramente empezaban a no estar en control de la situación, ya que mi cuerpo no les obedecía. A los 10 minutos me empecé a acomodar y a pensar que tal vez podría redondear unos 40 o 45 minutos de trote, el ritmo era parejo, la respiración seguía ordenada, ya estaba bajo los árboles del parque que está cerca de casa. A los 20 minutos empecé a sentir el cambio: las voces se habían silenciado y de inmediato me fue natural pensar que podría extender un poco más el entrenamiento. Bebí un poco de agua y me alejé más, ya sin nada que me detuviera. En total troté 12 kilómetros en poco más de una hora y quince minutos. Obviamente no había resuelto ninguno de los conflictos que esa mañana se habían lanzado sobre mí como una tormenta, pero mi mente volvió más tranquila y proactiva. El efecto fue muy positivo y me duró varios días.

Vivimos una época llena de oscuridades y por distintos orígenes todos enfrentamos situaciones de incertidumbre y dificultades que tal vez nunca imaginamos, para las que posiblemente no estamos preparados. Es clave fortalecernos también para enfrentar esos desafíos, que tarde o temprano vendrán. No quiero extenderme demasiado en el punto ni ponerme pesado: para salir de estos encierros la llave la tenemos en la mano cada uno de nosotros. Y cuando no la encontramos tenemos siempre estos recursos de afrontamiento, herramientas probadas, que voluntariamente podemos poner en práctica desde nuestra conciencia. El motor es nuestra comprensión, nuestra capacidad de aceptar que estamos en problemas, y la decisión de comprometernos en la acción (no sólo en el deseo) con la búsqueda de esa luz que finalmente nos saque de ahí y nos dé la energía para seguir.

No te dejes oscurecer, no te acostumbres al estrés, a la negatividad. No se trata de vivir negando la realidad ni sonreír estúpidamente ante el desastre: se trata de ser lo más útiles y proactivos que podamos. Y al fin de cuentas, se trata de no pasarla tan mal. Abrí la puerta y movete. No lo dudes, te va a ayudar.

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