Una de las entradas más habituales al mundo del bienestar y la vida saludable, al menos para saber de qué se trata, para espiar qué tendríamos que empezar a hacer en caso de que estuviésemos dispuestos a plantearnos la posibilidad de cambiar algo en nuestras vidas, es el sobrepeso. Los kilos demás suelen tener mala prensa, malas selfies, dificultad para vernos bien, para vestir las ropas que más nos gustan. Y todo esto es anterior a las eventuales complicaciones de salud que podríamos llegar a tener, son alarmas que suenan antes y nos hacen considerar y ver de qué se tratan las alternativas. Te propongo que hablemos de uno de los elefantes en la habitación: el sobrepeso y fundamentalmente su vínculo con uno de sus indicadores en nuestro metabolismo: la insulina.
La insulina es una hormona que fabrica el páncreas. Su trabajo principal es abrir la puerta de las células para que la glucosa (el azúcar en sangre) entre y se use como energía. Cuando comemos —sobre todo carbohidratos en forma de harinas, azúcares y almidones— la glucosa sube y aumenta también la producción de insulina. Hasta ahí la descripción de un mecanismo que funciona armónicamente, en tanto y en cuanto nos alimentemos de la misma manera: como un reloj. ¿Qué pasa si, en cambio, picoteamos a cada rato, si entre comidas agarramos galletitas, bizcochos, golosinas? ¿Qué ocurre si regularizamos el consumo diario de alcohol? ¿Qué sucede si no paramos de ingerir alimentos ultraprocesados? ¿Qué se genera cuando no logramos evitar pedir el delivery de fast-food chatarra? Supongo que ya empezarás a acompañarme en el razonamiento: tanta glucosa junta no genera más energía, sino un montón de malas consecuencias. Y lo primero que provoca es que el cuerpo empieza a “acostumbrarse” a recibir altas dosis de glucosa y a responder peor: es lo que llamamos resistencia a la insulina. Y así el metabolismo cada vez está más exigido a generar más insulina para lograr lo mismo. Y eso favorece la primera mala consecuencia (por fin llegamos a ello): el sobrepeso, es decir la acumulación de grasa. Pero no es el único perjuicio, esto recién empieza.
Estos consumos excesivos de harinas y azúcares generan adicción y nos piden cada día mayores dosis. Son los famosos antojos (“me lo pide el cuerpo”, ¿quién no dijo eso alguna vez?), los bajones de energía, las dificultades para dormir y, a la larga, más riesgo de tener diabetes tipo 2 y otras enfermedades. La diabetes tipo 1 aparece cuando el páncreas deja de producir insulina casi por completo; suele iniciarse en gente joven pero puede aparecer a cualquier edad. Requiere la aplicación diaria de insulina inyectable desde el inicio para sobrevivir y manejar la glucosa. La diabetes tipo 2 es diferente: el cuerpo sí produce insulina, pero las células “no le hacen caso” (esa es la resistencia a la insulina) y, con el tiempo, el páncreas se agota y produce menos. A la larga tiene las mismas consecuencias de la diabetes tipo 1.
En ambos casos falta insulina: o no se produce, o la que hay no sirve. Es como si se rompiera la llave que abre las células para que entre la glucosa. El azúcar queda circulando en la sangre, sube mucho, y al mismo tiempo los músculos y otros tejidos no reciben la energía que necesitan para funcionar. Y luego, lo que empezó visualmente como “sobrepeso”, puede tener un efecto contrario, aunque ésta tampoco sea necesariamente una buena noticia. El cuerpo, para compensar, empieza a usar grasas y proteínas como combustible, lo que puede llevar a bajar de peso sin querer, cansancio y deshidratación por orinar más. Si no se administra insulina, esa quema acelerada de grasas puede generar ácidos en sangre (cetonas) y volverse muy peligrosa.
Los análisis de laboratorio que te engañan
En muchos chequeos rutinarios de sangre lo habitual es medir la glucosa en sangre en ayunas o hemoglobina glucosilada. Si estas métricas son las esperables para nuestra edad, solemos respirar aliviados y seguir exactamente con lo que estábamos haciendo, ¿por qué cambiar algo si el chequeo da bien? Una posible respuesta es que la glucosa en sangre se vea normal porque tu cuerpo está fabricando mucha más insulina de lo que debería para mantener los azúcares en rango. Si tus conductas alimentarias se parecen a las que describí más arriba, es posible que ya esté sufriendo, que tu cuerpo ya esté muy exigido para sostener el metabolismo, aunque los valores de glucosa todavía sean los correctos. La glucosa no avisa a tiempo; la insulina sí. Por eso puede ser útil conversar en tu próxima consulta médica para medir también la insulina en ayunas.
Si te interesa profundizar en estas temáticas recomiendo enfáticamente que veas este episodio del podcast de Rangan Chatterjee con Ben Bikman, un científico y experto a nivel global en temas relacionados con la insulina y el metabolismo. Es importante que compruebes que lo que te digo no es una idea volada que se me ocurrió a mí, sino el producto de las investigaciones de vanguardia de los principales científicos del planeta.
Señas cotidianas que no salen en el chequeo de laboratorio
- Cintura que crece (aunque el peso sea parecido)
- Sueño o cansancio después de comidas con muchas harinas/azúcares
- Antojos a las 2–3 horas de comer
- Piel con zonas más oscuras “aterciopeladas” en cuello/axilas
Guía simple para bajar la insulina
A. Elegí mejores carbohidratos
Priorizar: verduras, frutas enteras, legumbres, granos integrales reales.
Limitar: bebidas azucaradas, jugos, panes/harinas blancas, galletitas y ultraprocesados.Tip de plato: empezá por proteína + fibra (carne magra, huevo, yogur natural, tofu, legumbres, verduras) y dejá el almidón para el final: suaviza el pico de glucosa e insulina.
B. Comé menos veces
Evitá el “picoteo” permanente. Hacé 3 (o 2) comidas completas según tu contexto.
Armá ventanas sin comida (ej.: 4–5 h) para que baje la insulina.
Si te sirve, probá cenas más tempranas, al menos dos horas antes de ir a la cama: dormir con digestión activa sube la insulina nocturna.
C. Músculos activos todos los días
Caminata de 10–15 min post comida: baja el azúcar posprandial.
Fuerza 2–3×/semana (ejercicios de silla, calistenia).
Potencia segura 1–2×/semana: movimientos rápidos y prolijos con cargas livianas (ejercicios de saltos, con banda elástica, lanzar pelota liviana). La potencia mejora la capacidad del músculo para “chupar” glucosa.
D. Intentá dormir mejor y reducir el estrés
7–9 horas según tu necesidad, horarios estables.
Herramientas simples: luz de mañana, respiración 4–6, micro-pausas de 2–3 min. El estrés crónico seguro es sinónimo de insulina alta.
E. Detalles que suman
Proteína suficiente en cada comida (tu “ancla” de saciedad).
Fibra: 2 puños de verduras + 1 de fruta al día, como base.
Alcohol: lo menos posible y siempre acompañado de comida.
Pasos: micro-hábitos (escaleras, caminatas).
Mini chequeo vive+ (5 minutos en casa)
Marcá si corresponde (podés seguir mes a mes):
Cintura: ¿subió >2 cm en 3 meses?
Energía: ¿“siestazo” después del almuerzo?
Antojos: ¿aparecen a las 2–3 h de comer?
Piel: ¿aparecieron zonas oscuras nuevas?
Si sumaste 2 o más marcas, reforzá las propuestas A–D por 2–4 semanas y registrá cambios (cintura, energía post comida, antojos). Si hay medicación/diabetes, ajustá en equipo con tu profesional.
Un plan de 7 días para empezar
Micro cambios de hábitos para adoptar progresivamente.
Día 1–2: cena más temprana + caminata 10 min post cena.
Día 3: fuerza cuerpo completo (20–25 min).
Día 4: plato en orden proteína/verduras → almidón.
Día 5: potencia liviana (3–4 bloques de 4 reps rápidas, descanso amplio).
Día 6: almuerzo sin bebidas azucaradas + fruta entera en vez de postre.
Día 7: revisar cintura/energía/antojos y planear la semana.
Algunas preguntas rápidas
¿Tengo que cortar todos los carbohidratos? No. Elegí mejores carbohidratos (chau a los ultraprocesados) y menos frecuencia de comida.
¿Ayuno sí o no? Es una herramienta, no una obligación. Primero ordená calidad y ritmo de comidas.
¿Y la fruta? Entera y con fibra: sí. Evitá los jugos.
¿Qué pido en el laboratorio? Hablalo con tu profesional. Además de glucosa/HbA1c, puede tener sentido pedir insulina en ayunas y un perfil metabólico completo.
Cuidar la insulina no es una dieta para bajar de peso y una vez logrado el objetivo volver a comer bizcochos entre horas, es un estilo de vida que te llevará a vivir muchos años con fuerza, energía y buena salud: comer sencillo, moverte todos los días, dormir mejor y manejar el estrés. Pequeños cambios, repetidos, bajan la insulina, mejoran tu energía y ayudan a perder grasa sin pelearte con el hambre. Y si ya venís trabajando tu salud metabólica, compartir tu mini-chequeo con alguien cercano puede ser el empujón que les faltaba para empezar juntos.