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¿De qué hablamos cuando hablamos de ciencia?

Días pasados les compartí una presentación muy reciente que reveló que el ejercicio físico es más efectivo que la medicación en la prevención del cáncer. Esto lo demostró un estudio con casi mil pacientes de cáncer de colon, la mitad de los cuales se aplicó a un plan estructurado de preparación física y tuvo resultados muy diferentes y muy superiores a la otra mitad que sólo tomó la medicación. Obviamente, todos tomaron la medicación, sólo que en la mitad del grupo, el ejercicio fue el que hizo la diferencia. Sin embargo… la evidencia parece no ser suficientemente clara para algunas personas.

 

Una seguidora de TikTok dudó de nuestra veracidad (y la del estudio científico) y comentó nuestra publicación: “Una deportista de voley profesional joven murió el año pasado de cáncer de colon. El ejercicio ayuda a muchas cosas pero los tratamientos son indispensables. No engañen.”

Todos los días me escriben personas con dudas sinceras, que quieren entender mejor su salud, su cuerpo, su futuro. Pero también recibo mensajes como ese otro, con cierta desconfianza: “¡Fernando, ¿cómo vas a decir que el ejercicio previene enfermedades, si mi primo corría maratones y murió igual!”. Lo entiendo. Vivimos en un mundo donde cada uno tiene acceso a miles de fuentes, datos y opiniones y en el que lo emocional y la experiencia personal tiene un alto impacto sobre lo que creemos.

Ya en 1981 The Police cantaba que había demasiada información. Pasaron 44 años y esto no para de empeorar. Es un mundo en el que las certezas a veces tambalean, y muchas otras no sabemos en qué o en quién confiar, termina primando lo que sentimos, aquello en lo que elegimos creer. Entonces, vale la pena preguntarnos: ¿qué significa realmente que algo esté demostrado por la ciencia?

La ciencia no es perfecta, pero es lo mejor que tenemos

La ciencia no es una opinión. Tampoco es una verdad absoluta. Es una forma de mirar el mundo que se apoya en evidencia, que compara datos, que repite experimentos, que busca patrones. Cuando decimos que el ejercicio ayuda a prevenir el cáncer, no estamos diciendo que nadie que entrena se va a enfermar. Lo que dicen los estudios serios es que las personas activas tienen menos riesgo de desarrollar ciertos tipos de cáncer, como el de colon, mama o endometrio. Además, quienes se mantienen en movimiento durante y después de los tratamientos oncológicos tienen mejor pronóstico, menos efectos adversos y mayor energía vital. Son resultados reales, extraídos de personas de carne y hueso y que afectan a la mayoría de los que estamos vivos.

Pero claro, no es una garantía. No vale decir: “Este estudio científico me vino fallado, quiero uno que me dé el 100% de seguridad de que nada malo ni diferente me pasará”. Eso no existe. Lo que hay es la comprobación de una mejora significativa en las probabilidades. Usar cinturón de seguridad no te hace inmortal, pero sí te protege en un accidente. En un choque, el cinturón puede salvarte la vida. Pero eso no significa que todas las personas que lo usan salgan ilesas, ni que quienes no lo usan siempre mueran. Es una cuestión de estadísticas y de aumentar las chances a favor.

La excepción no invalida la regla

El problema es que las historias personales nos marcan, nos impactan, nos hacen creer que todo es así y nos ocultan una realidad diferente. Cuando alguien sano se enferma, sentimos que el sistema falló. Pero no es así. Hay fumadores que viven hasta los 100 años. Y hay personas que cuidaron su cuerpo toda la vida y mueren jóvenes. Pero si miramos las estadísticas, si ampliamos la mirada, lo que vemos es claro: quienes se mueven, duermen bien, comen mejor y tienen vínculos fuertes, en general viven más y mejor.

La ciencia se apoya en estadísticas, en poblaciones, no en anécdotas ni en casos puntuales. No niega lo individual, pero busca lo que se repite, lo que tiene peso, lo que puede ayudar a muchos. La excepción confirma la importancia de mirar el todo, no el caso aislado.

La ciencia también es humana

Hay quienes sienten que la ciencia es fría, que le falta alma. Pero eso no es cierto. La buena ciencia escucha, observa, cuida. Y está hecha por personas que quieren entender mejor cómo funcionamos para poder cuidarnos mejor.


A veces, lo científico suena complejo o distante. Pero su objetivo es muy práctico: mejorar la vida de las personas. Por ejemplo, gracias a la ciencia hoy sabemos que hacer 150 minutos por semana de ejercicio aeróbico (caminar, trotar, andar en bicicleta, nadar, bailar) puede mejorar tu salud cardiovascular, reducir el riesgo de diabetes tipo 2, mejorar tu estado de ánimo y ayudarte a dormir mejor. ¿No es espectacular? En vive+ tomamos ese conocimiento, lo traducimos y lo adaptamos para acompañarte. No desde un lugar autoritario, sino cercano. No para imponerte un camino, sino para ayudarte a elegirlo mejor.

Vivir mejor también es aprender a dudar

No todo lo que se encuentra en redes es verdad. No todo lo que parece sentido común está respaldado por datos. Y no todo lo que es ciencia necesita ser complejo.

 

Hoy circulan mitos muy seductores. Desde dietas milagrosas o suplementos que te aseguran el fin de los dolores, hasta modas “biohacking” que prometen juventud eterna. En medio de ese ruido, la ciencia puede parecer aburrida. Pero es la que nos permite separar lo que tiene evidencia de lo que sólo tiene marketing.

Por eso, te propongo tres ideas para cultivar una mirada más clara:

  1. Diferencia un testimonio de una evidencia: que algo le haya funcionado a una persona no significa que funcione para todos. Las experiencias son válidas, pero no reemplazan a los estudios rigurosos.

  2. Buscá patrones, no milagros: lo que ayuda de verdad suele ser simple, pero sostenido en el tiempo, con constancia: moverse, descansar, comer mejor, conectar. Desconfiá de lo milagroso e inmediato.

Confiá en los consensos, sin dejar de pensar: si muchos estudios de distintos países, con miles de personas, llegan a conclusiones similares, es muy probable que estemos ante una verdad valiosa.

La ciencia no tiene todas las respuestas, pero tiene buenas preguntas. En vive+ no trabajamos con dogmas. Trabajamos con la mejor información disponible. Y sobre todo, con la convicción de que tu cuerpo y tu historia merecen ser escuchados.

Moverte no te garantiza una vida eterna. Pero sí puede ayudarte a vivir con más energía, con más autonomía y con menos dolor. Cuidarte es una inversión en tu futuro, pero también un acto de amor con tu presente. Esa es la ciencia que nos inspira. Y ese es el movimiento que queremos contagiar.

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