Una nueva longevidad

Cómo extender tu expectativa de calidad de vida

Hola, ¿cómo estás? vive+ va creciendo de a poco, al tiempo que seguimos sumando contenidos. Esta semana en el podcast, se publica la entrevista que pude hacerle a Jorge Farías, profesor de educación física y entrenador de handball. Jorge fue “mi profe” cuando él era muy joven y yo un adolescente. Cuarenta años más tarde organicé el reencuentro que estuvo buenísimo. Jorge sigue vigente, más activo que nunca y tuvimos una charla muy inspiradora que pueden ver a partir del miércoles en nuestros canales de YouTube y de Spotify.

Jorgito Farías, el profe de mi adolescencia. Un gran formador, muy querido y respetado.

Viejos son los trapos

Si ya cumpliste (al menos) los 50 años, o si ya atravesaste esa barrera natural entre la vida que imaginaste y la que muchos prefieren no pensar, lo que viene está planteado especialmente para vos. Tener entre 50 y 90 años es asumido en nuestras sociedades como la primera condición para ser considerados viejos y viejas, personas cuyos principales objetivos en la vida ya deberían estar cumplidos, a lo sumo llevar adelante algún proyecto o hobby, el resto suele ser aguardar, de la forma más cómoda y menos inoportuna para quienes nos rodean el momento en que llegue el inevitable final.

Tener entre 50 y 90 años implica pertenecer a los olvidados, al segmento de la sociedad al que nadie le habla, excepto para vendernos medicamentos (¿se fijaron en las tandas publicitarias de la TV?). La expectativa de vida claramente aumentó en las últimas décadas y hoy en la Argentina las mujeres viven un promedio de 80 años, mientras los varones llegan a los 74. Estas cifras eran bastante menores en décadas recientes, la extensión de la vida se alarga, no necesariamente su calidad, que se llena de trastornos, dolores, medicamentos, especialistas y pedidos de toda clase de asistencias.

Nací en 1967 y sé que formo parte de ese grupo al que las agencias de publicidad y marketing sólo recuerdan para las campañas de los laboratorios farmacéuticos, al que los estados padecen a la hora de tener que sostener el nivel de las jubilaciones y pensiones para que quienes las cobran puedan tener una vida digna. Somos esos a los que los algoritmos nos tienen atrapados entre consumos digitales, a los que nos cuesta cada vez más actualizarnos. Somos aquellos para los que prácticamente no se esperan buenas noticias: de ahora en más todo tenderá a empeorar.

Pues no, no necesariamente. He aquí una gran noticia para esta generación, algo que la ciencia descubrió en forma reciente y que no ha tenido aún la difusión que se merece, básicamente porque no alimenta ningún gran negocio. Una nueva longevidad es posible, con mejor calidad de salud y de vida. Con autonomía física y mental para personas mayores de 80 años, que puedan vivir la última década de sus vidas de una forma armoniosa, sin tantas incomodidades, sin sentir que cada paso que dan es una tortura, sin depender tanto de que la familia o el estado pueda proveerles ayudas que muchas veces ni siquiera alcanzan para paliar una sucesión de síntomas y sensaciones que nos convierten en personas casi desechables.

La mayoría de las personas mayores que nos rodean pueden dar testimonio de lo que afirmamos y muchos de ustedes tendrán ahora mismo que lidiar con la salud física y mental de los adultos mayores de sus familias. Personalmente vengo comprobando esta premisa hace unos años, viendo a mi alrededor personas en sus últimos años de vida que sufren y familiares que no alcanzan para proporcionarles la ayuda necesaria que pueda aliviarlos. Adultos mayores que deben tomar siete u ocho medicamentos para sobrevivir, con permanentes controles médicos, mejoras y desmejoras, internaciones recurrentes. Y también las habituales caídas que suelen ser el inicio del final, personas que una vez aterrizadas en el piso, lastimadas o no, ya no pueden valerse por sí mismas para levantarse y seguir.

Los vemos por doquier arrastrar sus achaques, sus rengueras, sus dolores, sus demencias, sus olvidos, sus dificultades para respirar, para digerir, para trasladarse. Vemos personas que poco a poco pierden por completo su autonomía, su libertad, su posibilidad de tomar decisiones por sí solos y pasan a depender total o parcialmente de sus entornos familiares y sociales.

Aquellos que lograron ahorrar tienen recursos para solventar equipos de personas que los asisten, médicos de distintas especialidades, kinesiólogos, profesionales que los acompañan hasta para que puedan dormir en paz. Los últimos años de muchas personas están lejos de ser el final tranquilo y apacible que muchos elegirían, si tuvieran la oportunidad de hacerlo.

Llegar a esta etapa de nuestras vidas de esa forma es algo que se puede evitar. Se puede tener una longevidad diferente y esto depende básicamente de que podamos tomar decisiones e incorporar algunos hábitos saludables que ampliaremos a lo largo de este proyecto. Adelantamos algo: no son necesarios medicamentos, ni inyecciones, ni pastillas, ni soluciones mágicas. Una de las claves que hace la gran diferencia es trabajar la fuerza física, cuidar los músculos: el secreto está en la fuerza. Es un camino que podemos empezar hoy mismo y que puede transformar tu vida por completo.

Sabemos que moriremos irremediablemente. Pero nos cuesta aceptarlo, de hecho es un tabú hablar de la muerte y de los años previos al final de nuestras vidas. Nos es difícil pensar esos últimos años, dejamos todo para más adelante, librándonos a lo que la suerte nos depare. Y así como hay muchas personas que son cuidadosas con sus ingresos y logran ahorrar para, al menos, no padecer problemas económicos, son muy pocos los que se deciden a invertir en su propia salud. Tal vez porque todavía no saben lo que es posible.

Demás está decir que nadie escoge cómo morir – salvo los suicidas, claro- y para muchos hay también una especie de morbo en tratar de comprender cómo es que eso específicamente sucederá, cuándo llegará el instante final. Lo que sí podemos es ayudar a que esos últimos días lleguen de la manera menos dolorosa y con la mayor cantidad de nuestras habilidades físicas y mentales aún en funcionamiento.

¿De qué nos morimos? Bäsicamente hay tres grandes ramas de problemas y enfermedades que explican el 75% de las muertes:

  • problemas cardiovasculares (ACVs, infartos)
  • enfermedades neurodegenerativas (Alzheimer y demencias en general)
  • cáncer

Estas tres grandes causas tienen a su vez cuatro factores que las agravan o que aceleran sus procesos:

  • diabetes
  • adicción al tabaco
  • dormir insuficientemente
  • sedentarismo

Y un último gran factor que involucra a todo que es el bienestar emocional, la capacidad de socializar, de mantener relaciones, de conversar, de aprender y de hacer.

Este no pretende ser un texto académico para médicos y científicos, sino todo lo contrario: quiero hablar con quienes efectivamente van a morir por algunas de estas causas y tienen algún interés por modificar esto. No el hecho de que vamos a morir, pero sí la forma en que esto finalmente se desencadene. No el qué, sino el cuándo y el cómo.

Peter Attia es un médico de la Universidad de Stanford, Estados Unidos, centrado en la ciencia aplicada de la longevidad. Su práctica se basa en las intervenciones nutricionales, la fisiología del ejercicio, la fisiología del sueño, la salud emocional y mental para aumentar la esperanza de vida y, al mismo tiempo, mejorar la salud.

La medicina alarga la expectativa de vida, Peter Attia propone alargar la expectativa de calidad de vida poniendo en práctica una estrategia de preparación física permanente. Según Attia, las dos variables a ser tenidas en cuenta son la condición física y la cognitiva. Y que el 80% de las causas de enfermedades y accidentes se pueden prevenir o posponer sus efectos con sólo llevar una vida saludable y algo de entrenamiento consistente. Las formas de hacerlo son muchas, pero si Attia tiene que elegir la principal que hace la diferencia, es el entrenamiento de la fuerza muscular.

Otros científicos en distintas partes del planeta han llegado recientemente a las mismas conclusiones. Algunas resultan obvias, otras sorprenden por lo simples que son, pero increíblemente hasta hace poco tiempo la longevidad era un problema bien diferente para la medicina, más relacionado a extender los años de vida, a encontrar los medicamentos que puedan curar las enfermedades, pero difícilmente relacionada con la prevención.

Voy de nuevo, porque es fácil afirmarlo y también parece simple ponerlo en marcha. El 80% de la salud de una persona que llega a la última década de su vida depende de sí misma. La calidad de su salud será una consecuencia de sus hábitos, de su alimentación, de cómo duerma, de cómo se mueva, de cuánta fuerza tenga, de su capacidad emocional de tolerar y superar conflictos. Pero no estamos hablando de los hábitos de esa persona que ya tiene 80 años, a la que ya le queda poco, sino de nosotros mismos. Son nuestros hábitos, los de personas de 40, 50, 60 años – saludables o no- los que determinarán cómo estaremos a los 80.

Y entonces, se hace posible pensar seriamente (no fantasear) en una nueva longevidad, en la idea de una futura generación de personas de 70 a 90 años de edad que puedan hacer lo que les gusta, que puedan seguir trabajando si lo desean, que puedan tener una vida saludable a salvo de permanentes tratamientos médicos, que puedan mantenerse activos aprendiendo, socializando. ¿Por qué no pensar en marcas que cambien sus estrategias e incorporen estas nuevas categorías etarias y puedan ver en la edad algo más que sólo negatividad? ¿Pensaron en el concepto Anti-Age que se usa en productos dermatológicos? Eso va a cambiar también. Sí, personas de 80 años o más trotando, bailando, andando en bicicleta, nadando, aprendiendo, enseñando, viajando, disfrutando y no padeciendo.

Esto de a poco empieza a generar una nueva tendencia a nivel global que ya da sus primeras muestras. A cada uno de nosotros nos queda la parte de hacer los deberes para llegar bien a los 80. La consistencia que logremos a lo largo de décadas será nuestra principal aliada para alcanzar ese increíble premio. Y además, en caso de que logremos construir esa nueva longevidad, la primera consecuencia será que tendremos 80 años y podremos seguir haciendo lo que más nos guste. ¿Qué les parece, vale la pena intentarlo?

Energía de ida y vuelta

Los contenidos de vive+ (los reels, el podcast, este newsletter) están generando una reconexión que me encanta, con personas que hace un tiempo no tenía en el radar. También para mí está siendo una gran oportunidad para conocer personas e ideas nuevas y seguir aprendiendo.

El domingo que viene (30 de junio) estaré en Rosario participando de la Maratón de la Bandera. Será mi carrera de 42 km número 11, la primera de esta distancia a la que me enfrento luego de cinco años.

Este proyecto está hecho a pulmón. No dudes en compartir contenidos, si creés que te inspiran. Lo mismo con este Newsletter semanal, podés reenviar este mail a quien quieras para que lo vea y si le gusta, se suscriba de manera gratuita. Seguimos en contacto, ¡hasta la semana que viene!

Fernando

PD: En este video de sólo 4 minutos, Peter Attia describe de manera increíblemente clara lo que hoy puede ser la longevidad y cómo esto representa un enorme cambio.

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